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viernes, 17 de abril de 2015

Así cuenta la leyenda sobre Enol


                Así cuenta la leyenda sobre  Enol….

Se dice que existía allí un valle enormemente bello, un privilegiado recodo  donde antaño los pastores tenían sus casas, refugios y hogares. Un día cualquiera, el cielo azul se tornó oscuro, negro y violento, y el agua comenzó a caer junto a tremendos rayos y truenos.

    Por la fuerte tempestad, la mayor parte de los pastores se  reunieron en una de las casas   a la luz y calor de  una chimenea. Cuando la noche cayó, unos golpecitos repetitivos repiquetearon en el exterior de la puerta, entre mezclados con los truenos y el sonido de la fuerte ventisca. Uno de los pastores abrió la puerta, encontrándose en el umbral una pequeña niña, mojada, despeinada, sucia y hambrienta. La chiquilla les confesó que se encontraba perdida, miedosa y totalmente destemplada, pidiéndoles dulcemente, en nombre del Señor, misericordia y cobijo. Ellos se burlaron de su miedo y desgracia, humillándola, despreciándola y finalmente cerrando la puerta en su misma cara. Así fue como la pequeña repitió el acto casa por casa de aquel valle, obteniendo la misma respuesta de unos habitantes egoístas, groseros y despreciables.

   Pero en la vivienda más humilde, que se ubicaba en la zona de más altura del valle, sucedió lo contrario. Una luz muy tenue, de velas, emergía del interior de la cabaña.

 Apenas sin fuerzas, la pequeña solicitó ayuda desde el umbral de la entrada. Una voz dulce respondió invitándola a pasar. Se trataba de una pastora, que postrada de rodillas lloraba y rezaba por el cese de la tormenta ante una humilde estatuilla de la Virgen María. Interrumpiendo los rezos, no dudó por un instante en brindar comida, calor y cariño a la pequeña. También cambió sus ropas, compartió su lecho esa noche y así la despojó de su miedo.
  


    Al amanecer despertaron y salieron de la cabaña, contemplando una escena espectacular y terrible. Los primeros rayos de sol que se colaban entre las escasas nubes que quedaban, iluminaban un enorme lago que ocupaba la majada, en el mismo lugar donde se encontraban todas aquellas cabañas de los egoístas  habitantes. No quedaba rastro de vida en todo  el entorno. La pequeña comenzó a llorar ante la pastora y las lágrimas se transformaron en margaritas. Entonces desapareció como un fantasma ante sus ojos, y comprendió la pastora que había pasado la noche junto a la mismísima Virgen